miércoles, 23 de diciembre de 2009

viernes, 18 de diciembre de 2009

ROMPER VIEJOS ACUERDOS

EL CAMINO TOLTECA HACIA LA LIBERTAD

Romper viejos acuerdos
Todos hablan de libertad. Distintas personas, diferentes razas y distintos pa�ses luchan por la libertad en todo el mundo. Pero �qu� es la libertad? En Estados Unidos decimos que vivimos en un pa�s libre. Sin embargo, �somos realmente libres? �Somos libres para ser quienes realmente somos? La respuesta es no, no somos libres. La verdadera libertad est� relacionada con el esp�ritu humano: es la libertad de ser quienes realmente somos.

�Qui�n nos impide ser libres? Culpamos al Gobierno, al clima, a nuestros padres, a la religi�n, a Dios...

�Qui�n nos impide, realmente, ser libres? Nosotros mismos. �Qu� significa, en realidad, ser libres? A veces nos casamos y decimos que perdemos nuestra libertad, pero cuando nos divorciamos, seguimos sin ser libres. �Qu� nos lo impide? �Por qu� no podemos ser nosotros mismos?

Tenemos recuerdos de tiempos pasados en los que �ramos libres y disfrut�bamos de ello, pero hemos olvidado lo que verdaderamente significa la libertad.

Si vemos a un ni�o de dos o tres a�os, o quiz� de cuatro, descubrimos un ser humano libre. �Por qu� lo es? Porque hace lo que quiere hacer. El ser humano es completamente salvaje, igual que una flor, un �rbol o un animal que no ha sido domesticado: �salvaje! Y si observamos a estos seres humanos de dos a�os de edad, descubrimos que la mayor parte del tiempo sonr�en y se divierten. Exploran el mundo. No les da miedo Jugar. Sienten miedo cuando se hacen da�o, cuando tienen hambre y cuando algunas de sus necesidades no se ven satisfechas; pero no les preocupa el pasado, no les importa el futuro y s�lo viven en el momento presente.

Los ni�os muy peque�os no tienen miedo de expresar lo que sienten. Son tan afectuosos que, si perciben amor, se funden en �l. No les da miedo el amor. Esta es la descripci�n de un ser humano normal.

De ni�os, no le tenemos miedo al futuro ni nos avergonzamos del pasado. Nuestra tendencia natural es disfrutar de la vida, jugar, explorar, ser felices y amar.

Pero �qu� le ha pasado al ser humano adulto? �Por qu� somos tan diferentes? �Por qu� no somos salvajes? Desde el punto de vista de la V�ctima, diremos que nos ocurri� algo triste, y desde el punto de vista del guerrero, diremos que lo que nos sucedi� fue normal. Lo que pasa es que el Libro de la Ley, el gran Juez, la V�ctima y el sistema de creencias dirigen nuestra vida, y ya no somos libres porque no nos permiten ser quienes realmente somos. Una vez nuestra mente ha sido programada con toda esa basura, dejamos de ser felices.

Esta cadena de aprendizaje que se transmite de un ser humano a otro, de generaci�n en generaci�n, es muy corriente en la sociedad humana. No culpes a tus padres por ense�arte a ser como ellos. �Qu� otra cosa pod�an ense�arte sino lo que sab�an? Lo hicieron lo mejor que supieron, y si te maltrataron, fue debido a su propia domesticaci�n, a sus propios miedos y a sus propias creencias. No ten�an ning�n control sobre la programaci�n que ellos mismos recibieron, de modo que no pod�an actuar de otra forma.

No culpes a tus padres ni a ninguna otra persona que te haya maltratado en la vida, incluy�ndote a ti mismo. Pero ya es hora de poner fin a ese maltrato. Ya es hora de que te liberes de la tiran�a del Juez y de que cambies los fundamentos de tus propios acuerdos. Ya es hora de que te liberes del papel de V�ctima.

Tu verdadero yo es todav�a un ni�o peque�o que nunca creci�. En ocasiones, cuando te diviertes o juegas, cuando te sientes feliz, cuando pintas, escribes poes�a o tocas el piano, o cuando te expresas de cualquier otro modo, ese ni�o peque�o reaparece. Estos son los momentos m�s felices de tu vida: cuando surge tu yo verdadero, cuando no te importa el pasado y no te preocupas por el futuro. Entonces eres como un ni�o.

Pero hay algo que cambia todo esto: son lo que llamamos responsabilidades. El Juez dice: �Espera un momento; eres responsable; tienes cosas qu� hacer; tienes que trabajar; tienes que ir a la universidad; tienes que ganarte la vida�. Nos acordamos de todas estas responsabilidades y la expresi�n de nuestro rostro cambia y se ensombrece de nuevo. Si observas a unos ni�os que juegan a ser adultos, ver�s de qu� manera se transforma la expresi�n de su cara. Un ni�o dice: �Juguemos a que soy un abogado�, e inmediatamente adopta la expresi�n del adulto. Si asistimos a un juicio, esas son las caras que vemos, y eso es lo que somos.

Sin embargo, todav�a somos ni�os, pero hemos perdido nuestra libertad.

La libertad que buscamos es la de ser nosotros mismos, la de expresarnos tal como somos. Sin embargo, si observamos nuestra vida, veremos que, en lugar de vivir para complacernos a nosotros mismos, la mayor parte del tiempo s�lo hacemos cosas para complacer a los dem�s, para que nos acepten. Esto es lo que le ha ocurrido a nuestra libertad. En nuestra sociedad, y en todas las sociedades del mundo, de cada mil personas, novecientas noventa y nueve est�n totalmente domesticadas.

Lo peor de todo es que la mayor�a de la gente ni siquiera se da cuenta de que no es libre. Algo en su interior se lo susurra, pero no lo comprende, y no sabe por qu� no es libre.

Para la mayor�a de las personas, el problema reside en que viven sin llegar a descubrir que el Juez y la V�ctima dirigen su vida, y por consiguiente, no tienen la menor oportunidad de ser libres. El primer paso hacia la libertad personal consiste en ser conscientes de que no somos libres. Necesitamos ser conscientes de cu�l es el problema para poder resolverlo.

El primer paso es siempre la consciencia, porque hasta que no seas consciente no podr�s hacer ning�n cambio. Hasta que no seas consciente de que tu mente est� llena de heridas y de veneno emocional, no limpiar�s ni curar�s las heridas y continuar�s sufriendo.

No hay ninguna raz�n para sufrir. Si eres consciente, puedes rebelarte y decir: ��Ya basta!�. Puedes buscar una manera de sanar y transformar tu sue�o personal. El sue�o del planeta es s�lo un sue�o. Ni tan siquiera es real. Si entras en el sue�o y empiezas a poner en tela de juicio tu sistema de creencias, descubrir�s que la mayor parte de las creencias que abrieron heridas en tu mente ni siquiera son verdad.

Descubrir�s que durante todos estos a�os has vivido un drama por nada. �Por qu�? Porque el sistema de creencias que te inculcaron est� basado en mentiras.

Por ello es muy importante para ti que domines tu propio sue�o; este es el motivo por el que los toltecas se convirtieron en maestros del sue�o. Tu vida es la manifestaci�n de tu sue�o; es un arte. Y puedes cambiar tu vida en cualquier momento si no disfrutas de tu sue�o. Los maestros del sue�o crean una vida que es una obra maestra; controlan el sue�o a trav�s de sus elecciones. Todo tiene sus consecuencias, y un maestro del sue�o es consciente de ellas.

Ser un tolteca es una forma de vivir en la cual no existen los l�deres ni los seguidores, donde t� tienes y vives tu propia verdad. Un tolteca se vuelve sabio, se vuelve salvaje y se vuelve libre de nuevo.

Existen tres maestr�as que llevan a la gente a convertirse en toltecas. La primera es la Maestr�a de la Consciencia: ser conscientes de qui�nes somos realmente, con todas nuestras posibilidades. La segunda es la Maestr�a de la Transformaci�n: c�mo cambiar, c�mo liberarnos de la domesticaci�n. La tercera es la Maestr�a del Intento: desde el punto de vista tolteca, el Intento es esa parte de la vida que hace que la transformaci�n de la energ�a sea posible; es el ser viviente que envuelve toda energ�a, o lo que llamamos �Dios�.

Es la vida misma; es el amor incondicional. La Maestr�a del Intento es, por tanto, la Maestr�a del Amor.

Hablamos del camino tolteca hacia la libertad porque los toltecas tienen un plan completo para liberarse de la domesticaci�n. Comparan al Juez, a la V�ctima y el sistema de creencias con un par�sito que invade la mente humana. Desde el punto de vista tolteca, todos los seres humanos domesticados est�n enfermos. Lo est�n porque un par�sito controla su mente y su cerebro, un par�sito que se alimenta de las emociones negativas que provoca el miedo.

Si buscamos la descripci�n de un par�sito, vemos que es un ser vivo que subsiste a costa de otros seres vivos, chupa su energ�a sin dar nada a cambio y da�a a su anfitri�n poco a poco. El Juez, la V�ctima y el sistema de creencias encajan muy bien en esta descripci�n. Juntos, constituyen un ser viviente formado de energ�a ps�quica o emocional, y esa energ�a est� viva. No se trata de energ�a material, por supuesto, pero las emociones tampoco son energ�a material, ni lo son nuestros sue�os, y sin embargo, sabemos que existen.

Una funci�n del cerebro es la de transformar la energ�a material en energ�a emocional. Nuestro cerebro es una f�brica de emociones. Y ya hemos dicho que la principal funci�n de la mente es so�ar. Los toltecas creen que el par�sito -el Juez, la V�ctima y el sistema de creenc�as-controla nuestra mente y nuestro sue�o personal. El par�sito sue�a en nuestra mente y vive en nuestro cuerpo. Se alimenta de las emociones que surgen del miedo, y le encantan el drama y el sufrimiento.

La libertad que buscamos consiste en utilizar nuestra propia mente y nuestro propio cuerpo, en vivir nuestra propia vida en lugar de la vida de nuestro sistema de creencias. Cuando descubrimos que nuestra mente est� controlada por el Juez y la V�ctima y que nuestro verdadero yo est� arrinconado, s�lo tenemos dos opciones.

Una es continuar viviendo como lo hemos hecho hasta ese momento, rindi�ndonos al Juez y la V�ctima, seguir viviendo en el sue�o del planeta. La otra opci�n es actuar como cuando �ramos ni�os y nuestros padres intentaban domesticarnos. Podemos rebelarnos y decir: ��No!�. Podemos declarar una guerra contra el par�sito, contra el Juez y la V�ctima, una guerra por nuestra independencia, por el derecho de utilizar nuestra propia mente y nuestro propio cerebro.

Por este motivo, quienes siguen las tradiciones cham�nicas de Am�rica, desde Canad� hasta Argentina, se llaman a s� mismos guerreros, porque est�n en guerra contra el par�sito de la mente. Esto es lo que significa en verdad ser un guerrero. El guerrero es el que se rebela contra la invasi�n del par�sito. Se rebela y le declara la guerra. Pero eso no quiere decir que siempre se gane; quiz� ganemos o quiz� perdamos, pero siempre hacemos lo m�ximo que podemos, y al menos tenemos la oportunidad de recuperar nuestra libertad. Elegir este camino nos da, como m�nimo, la dignidad de la rebeli�n y nos asegura que no seremos la v�ctima desvalida de nuestras caprichosas emociones o de las emociones venenosas de los dem�s. Incluso aunque sucumbamos ante el enemigo -el par�sito-, no estaremos entre las v�ctimas que no se defienden.

En el mejor de los casos, ser un guerrero nos da la oportunidad de trascender el sue�o del planeta y cambiar nuestro sue�o personal por otro al que llamamos Cielo. Igual que el Infierno, el Cielo es un lugar que existe en nuestra mente. Es un lugar lleno de j�bilo, en el que somos felices, en el que somos libres para amar y para ser nosotros mismos. Podemos alcanzar el Cielo en vida; no tenemos que esperar a morirnos.

Dios siempre est� presente y el reino de los Cielos est� en todas partes, pero en primer lugar necesitamos que nuestros ojos sean capaces de ver la verdad y nuestros o�dos puedan escucharla. Necesitamos librarnos del par�sito.

Podemos comparar el par�sito con un monstruo de cien cabezas. Cada una de ellas es uno de nuestros miedos. Si queremos ser libres, tenemos que destruir el par�sito. Una soluci�n es atacar sus cabezas una a una, es decir, enfrentarnos a nuestros miedos uno a uno. Es un proceso lento, pero funciona. Cada vez que nos enfrentamos a uno de nuestros miedos, somos un poco m�s libres.

Una segunda soluci�n ser�a dejar de alimentar al par�sito. Si no le damos ning�n alimento, lo mataremos por inanici�n. Para poder hacerlo, tenemos que ser capaces de controlar nuestras emociones, debemos abstenernos de alimentar las emociones que surgen del miedo. Resulta f�cil decirlo, pero es muy dif�cil hacerlo, porque el Juez y la V�ctima controlan nuestra mente.

Una tercera soluci�n es la que se denomina la iniciaci�n a la muerte. Esta iniciaci�n se encuentra en muchas tradiciones y escuelas esot�ricas de todo el mundo. La hallamos en Egipto, la India, Grecia y Am�rica. Es una muerte simb�lica que mata al par�sito sin da�ar nuestro cuerpo. Cuando �morimos� simb�licamente, el par�sito tambi�n tiene que morir. Esta soluci�n es m�s r�pida que las dos anteriores, pero resulta todav�a m�s dif�cil. Necesitamos un gran valor para enfrentarnos al �ngel de la muerte. Tenemos que ser muy fuertes.

Los CUATRO ACUERDOS
Hace miles de a�os los toltecas eran conocidos en todo el sur de M�xico como �mujeres y hombres de conocimiento�. Los antrop�logos han definido a los toltecas como una naci�n o una raza, pero, de hecho, eran cient�ficos y artistas que formaron una sociedad para estudiar y conservar el conocimiento espiritual y las pr�cticas de sus antepasados.

La conquista europea, unida a un agresivo abuso del poder personal por parte de algunos aprendices, hizo que los naguales se vieran forzados a esconder su sabidur�a ancestral y a mantener su existencia en la oscuridad. Por fortuna, el conocimiento esot�rico tolteca fue conservado y transmitido de una generaci�n a otra por distintos linajes de naguales. Ahora, el doctor Miguel Ruiz, un nagual del linaje de los Guerreros del �guila, comparte con nosotros las profundas ense�anzas de los toltecas.

�No hay raz�n para sufrir. La �nica raz�n por la que sufres es porque as� t� lo exiges. Si observas tu vida encontrar�s muchas excusas para sufrir, pero ninguna raz�n v�lida. Lo mismo es aplicable a la felicidad.

La �nica raz�n por la que eres feliz es porque t� decides ser feliz. La felicidad es una elecci�n, como tambi�n lo es el sufrimiento�.

Dr. Miguel Ruiz

Extracto del libro: Los Cuatro Acuerdos.
Un libro de sabidur�a tolteca Dr. Miguel Ruiz

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